El Caos
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El Caos
Procedentes de las tierras del lejano Norte arrasadas por la magia, se aproximan ya las
legiones del Caos sedientas de conquista y lideradas por los paladines del Caos y los demonios
inmortales del Caos. Estos formidables guerreros nacieron para la guerra y luchan por conseguir la
bendición y el favor de sus dioses todopoderosos. La inmortalidad y el poder infinito son las
recompensas que esperan a los fuertes, mientras que a los débiles y a los necios tan solo les aguardan
las mutaciones y el abismo de la locura.
En el lejano norte de las tierras del Viejo Mundo, el Nuevo Mundo y Catai se extiende la
región conocida como el Reino del Caos. Este es el hogar legendario de los dioses inmortales y, según
se dice, de cosas infinitamente peores que los dioses: las innumerables e innombrables
monstruosidades que habitan las llanuras eternas. En realidad, resulta mucho más incomprensible de
lo que se puede expresar con palabras. En términos de mero entendimiento humano, con la leyenda
basta.
Si un cartógrafo describiera un círculo con un compás alrededor del polo norte del globo cuya
circunferencia pasara por la orilla norte del Mar de las Garras, dicho círculo serviría para demarcar
los límites de los Desiertos del Caos o Tierras del Norte.
Atravesando los Desiertos del Caos en dirección al centro del Reino del Caos, un viajero se
encontraría caminando bajo un cielo azotado por las tormentas: una terrible y turbulenta oscuridad
abrazadora que retumba con el estruendo de los truenos y el brillo de los relámpagos. En este lugar
seria testigo de la rebelión de la naturaleza, ya que, según se dice, allí incluso los elementos se
debaten entre los mundos mortal e inmortal. Gigantescos pilares de piedra negra y agrietada se
extienden hasta perderse a izquierda y derecha y más allá en el horizonte. Estas piedras
señalizadoras rodean la furiosa oscuridad del Caos como si se tratase de los gigantescos colmillos de
las fauces de una entidad de dimensiones titánicas e inabarcables.
Si nuestro viajero imaginario llegara a atravesar estos límites, ya no se vería sacudido por
ninguna tormenta ni envuelto en la oscuridad, sino que sería engullido por una región de espacio
infinito separada totalmente del mundo mortal. Dado que las palabras no bastan para describir lo que
yace sumido en el velo del olvido, la mente de los mortales no es capaz de expresar mejor lo que
supone presenciar la urdimbre de la esencia de dicho multiverso atemporal. De esta forma, tenemos
que abandonar a nuestro viajero a las puertas del Reino del Caos, donde nos vemos incapaces de
penetrar, ni siquiera con el poder de nuestra imaginación.
Lo que sí sabemos con seguridad es que todos aquellos que han traspasado el umbral quedan
atormentados y a la vez poseídos por una comprensión del cosmos absoluta a la que el resto de los
mortales no tienen acceso. Sin lugar a dudas, los mortales no fueron hechos para caminar
impunemente junto a los dioses, por lo que los que se atreven a entrar en este reino nunca vuelven a
ser los mismos. El poder del Caos consiste en cambiar el cuerpo y la mente del mismo modo que el
poder del fuego es quemar y consumir, por lo que los vientos que soplan procedentes de este reino no
son de aire, sino que su esencia es la magia en estado puro, la energía de la transmutación vital y
despiadada.
legiones del Caos sedientas de conquista y lideradas por los paladines del Caos y los demonios
inmortales del Caos. Estos formidables guerreros nacieron para la guerra y luchan por conseguir la
bendición y el favor de sus dioses todopoderosos. La inmortalidad y el poder infinito son las
recompensas que esperan a los fuertes, mientras que a los débiles y a los necios tan solo les aguardan
las mutaciones y el abismo de la locura.
En el lejano norte de las tierras del Viejo Mundo, el Nuevo Mundo y Catai se extiende la
región conocida como el Reino del Caos. Este es el hogar legendario de los dioses inmortales y, según
se dice, de cosas infinitamente peores que los dioses: las innumerables e innombrables
monstruosidades que habitan las llanuras eternas. En realidad, resulta mucho más incomprensible de
lo que se puede expresar con palabras. En términos de mero entendimiento humano, con la leyenda
basta.
Si un cartógrafo describiera un círculo con un compás alrededor del polo norte del globo cuya
circunferencia pasara por la orilla norte del Mar de las Garras, dicho círculo serviría para demarcar
los límites de los Desiertos del Caos o Tierras del Norte.
Atravesando los Desiertos del Caos en dirección al centro del Reino del Caos, un viajero se
encontraría caminando bajo un cielo azotado por las tormentas: una terrible y turbulenta oscuridad
abrazadora que retumba con el estruendo de los truenos y el brillo de los relámpagos. En este lugar
seria testigo de la rebelión de la naturaleza, ya que, según se dice, allí incluso los elementos se
debaten entre los mundos mortal e inmortal. Gigantescos pilares de piedra negra y agrietada se
extienden hasta perderse a izquierda y derecha y más allá en el horizonte. Estas piedras
señalizadoras rodean la furiosa oscuridad del Caos como si se tratase de los gigantescos colmillos de
las fauces de una entidad de dimensiones titánicas e inabarcables.
Si nuestro viajero imaginario llegara a atravesar estos límites, ya no se vería sacudido por
ninguna tormenta ni envuelto en la oscuridad, sino que sería engullido por una región de espacio
infinito separada totalmente del mundo mortal. Dado que las palabras no bastan para describir lo que
yace sumido en el velo del olvido, la mente de los mortales no es capaz de expresar mejor lo que
supone presenciar la urdimbre de la esencia de dicho multiverso atemporal. De esta forma, tenemos
que abandonar a nuestro viajero a las puertas del Reino del Caos, donde nos vemos incapaces de
penetrar, ni siquiera con el poder de nuestra imaginación.
Lo que sí sabemos con seguridad es que todos aquellos que han traspasado el umbral quedan
atormentados y a la vez poseídos por una comprensión del cosmos absoluta a la que el resto de los
mortales no tienen acceso. Sin lugar a dudas, los mortales no fueron hechos para caminar
impunemente junto a los dioses, por lo que los que se atreven a entrar en este reino nunca vuelven a
ser los mismos. El poder del Caos consiste en cambiar el cuerpo y la mente del mismo modo que el
poder del fuego es quemar y consumir, por lo que los vientos que soplan procedentes de este reino no
son de aire, sino que su esencia es la magia en estado puro, la energía de la transmutación vital y
despiadada.
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