Imperio (Expandido)
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Imperio (Expandido)
Las Tierras del Imperio
Estas son las más nobles y sabias palabras de nuestro amado Gran Maestro Breitenhoff, al que
Sigmar proteja, compiladas fervorosamente por el humilde escriba Melistius para resolver las dudas
de los hermanos Caballeros de nuestra Orden.
Habéis jurado por vuestra vida y vuestro honor defender el Imperio con toda la destreza y toda la
astucia que seáis capaz de reunir. Como guerrero de nuestra venerada Orden, no me cabe duda de
que seréis un buen rival para cualquier enemigo. Sin embargo, en alguna ocasión, tendréis el honor
de poneros al mando de un ejército. Incluso si esto no sucediese, vuestro estatus de noble Caballero
de nuestra Orden implica que seáis consultado en materia de guerra, por lo que debéis estar
preparado para defenderos con honor. Ponerse al frente de un ejército requiere habilidades muy
diferentes de las que requieren los hechos de armas individuales; y sobre vos descansa una
responsabilidad mucho mayor. Vuesos errores no os condenarán sólo a vos, sino también a cientos
de vuestros guerreros; al tiempo que pondréis en peligro la seguridad del Imperio. Por esta razón
escribo acerca de mis muchos años de experiencia en la batalla, para que aprendáis a sacar partido
de mis cicatrices y para que viváis y sirváis al Imperio por muchos años.
Acerca de nuestro Glorioso Imperio
No existe una nación tan justa y poderosa como nuestro más noble Imperio. Esto se debe, en parte,
a la rica variedad de sus tierras y sus gentes, unidas por su devoción a Sigmar. Sin embargo, esta
variedad es también causa de problemas cuando consideramos si estamos preparados para
defenderla. Un buen General debe saber cómo disponer sus tropas, ya sea en campos o pantanos;
cuándo luchar y cuándo debería replegarse para presentar batalla en un terreno que le sea más
favorable. Yo he combatido contra muchos enemigos muy diferentes entre sí, desde los
abominables Hombres Bestia hasta los terribles Orcos. He presentado batalla a los Caballeros de
Bretonia y he seguido luchando bajo una lluvia de flechas disparadas por sus seguidores. Los
traicioneros y malhadados lacayos del Caos han caído bajo el acero de mi espada, al igual que los
apestosos Skavens y las más espantosas hordas de muertos vivientes. Incluso los deslumbrantes
ejércitos de los Elfos han conocido mi cólera, así como los diabólicos esclavistas de esa oscura raza.
Y, ¿cómo vencí a esos guerreros? ¿Fue por mi divino coraje y mi valor en la batalla? ¿Fue por mi
invencible armadura o mi espada mágica? No, fue fruto del estudio y la reflexión. Fue conociendo
cuándo luchar y cuándo replegarme, cuándo a vanzar y cuándo retirarme. Si conocéis estas cosas,
vuesos ejércitos valdrán por dos y vuesos hombres os seguirán a donde quiera que vayáis, ya que
sabrán que cuando les pidáis arriesgar sus vidas la mitad de la batalla ya estará ganada.
Magníficas palabras, vive Sigmar; pero, ¿qué utilidad pueden tener?
Prestad atención, pues lo que sigue es de vital importancia.
Acerca del origen de Nuestra Tierra Cuando los dioses formaron nuestro Imperio, lo hicieron con la forma de un cuenco gigante con montañas elevadas en sus bordes. En su interior esparcieron los bosques más verdes y los llenaron con muchos ríos que bajaban desde las cumbres. En su momento, Sigmar llegó y domesticó estas tierras salvajes, talando árboles para construir pueblos y haciendo caminos que atravesaban los
campos y los pastos. Pero, a pesar de todo, en nuestros días, la tierra está todavía llena de bosques
espesos rodeados de riscos y picos.
Acerca de sus Pastos Abiertos y de sus Tierras de Cultivo
Alrededor de cualquier asentamiento hay campos y extensas tierras donde pace el ganado. Durante
la temporada de campañas, esta tierra es testigo del paso de innumerables botas de guerreros, de
ejércitos marchando y replegándose para ganar una ventaja momentánea sobre su oponente. La
mayoría de vuestras batallas se entablarán en campos extensos y páramos, por lo que deberéis
asumir como parte de vuestro entrenamiento que esas serán las zonas más comunes donde lucharéis.
No insistiré más sobre este punto.
Acerca de sus Cumbres y de sus Desoladas Montañas
Hacia el Oeste se encuentran las Montañas Grises y nuestra frontera con Bretonia. Hacia el Sur
están las Montañas Negras, que nos separan de las disputas con los Reinos Fronterizos. En el Este
se elevan los altos picos de las Montañas del Fin del Mundo. Todas estas formaciones rocosas
delimitan las fronteras del Imperio, por lo que frecuentemente tendréis que luchar en sus laderas y
en los escasos pasos que permiten el transcurso de un tortuoso camino desde sus cimas más altas.
Las montañas son lugares fríos y oscuros donde es fácil morir; y están habitadas por muchas y
desagradables criaturas que os ayudarían a ello. Afortunadamente, pocos de esos enemigos pueden
enviar un ejército a través de las montañas, a no ser que lo hagan a través de uno de sus escasos y
estrechos pasos, que son tan traicioneros para nuestros hombres como las propias montañas. Los
más importantes están protegidos por grandes fortalezas, como la de Helmgart, que defiende el Paso
del Mordisco del Hacha, el cual atraviesa las Montañas Grises en dirección a Bretonia.
En el Sur, aunque las Montañas Negras están perforadas por multitud de pequeños pasos, sólo hay
uno realmente fiable y que puede ser atravesado en cualquier época del año. El Paso del Fuego
Negro se encuentra en la confluencia de las Montañas Negras y las Montañas del Fin del Mundo; y
fue testigo de la famosa batalla de Sigmar contra los Orcos. La única ruta alternativa a través de las
Montañas del Fin del Mundo está al Norte y es conocida como el Paso de los Picos. Aparte de estos
dos pasos, la única forma de cruzar estas montañas es a través de los túneles subterráneos
excavados por los Enanos, que son extremadamente traicioneros. Muchos han sido ocupados por
Goblins, Orcos y otras temibles criaturas, así que incluso los mismos Enanos deben ser muy cautos.
Hablando de los Enanos, convirtieron las montañas en su hogar mucho antes de la época de Sigmar.
Cuando eligen aventurarse fuera de sus fortalezas para luchar, normalmente lo hacen a nuestro lado,
como hermanos en vez de como enemigos; aunque haréis bien en hablarles con suma diplomacia,
dado que se ofenden con facilidad y son famosos por no olvidar las afrentas.
Finalmente, están las malditas Montañas Centrales, infestadas de Hombres Bestia, pieles verdes y
otros peligros. La mayor parte de estas montañas está cubierta por un denso bosque, lo que las hace
incluso más inhóspitas para los ejércitos. Si se os otorga el honor de liderar una de las periódicas
expediciones para limpiar ese vil nido de maldad, os deseo suerte; ya que muchos lo han intentado,
pero la mayoría no han regresado. Las provincias de Ostland y Hochland bordean las Montañas
Centrales, y por ello son las más castigadas por los enemigos que hay en su interior. Si acompañáis
a la batalla a alguno de estos ejércitos, comprobaréis que son guerreros experimentados y
excelentemente entrenados que no aguantarán a ningún estúpido, al que dejarán atras si se descuida.
Además, los Enanos han abandonado este lugar o quizá nunca estuvieron en él, lo que implica que
no puedes contar con su ayuda.
Acerca de sus Oscuros y Traicioneros Bosques
La mayor parte del Imperio aún está cubierta de bosques, aunque las zonas cercanas a los
asentamientos han sido en su mayoría limpiadas para evitar peligros. Sobre el resto, sólo cabe hacer
dos aclaraciones importantes: la primera se refiere al Bosque de las Sombras, adyacente a las
Montañas Centrales y que cubre gran parte de la provincia de Ostland. Es un lugar mortal; una
muestra de lo cual son los trofeos que, a veces, llevan los regimientos de Ostland y que hacen
ostentación de los Hombres Bestia que han cazado allí. La segunda zona que conviene evitar es el
Bosque de Reikwald, que cruza la carretera principal entre Bretonia y el Imperio. Quizás, el hecho
de que se encuentre cerca de nuestra capital hace que esté plagado de bandidos y forajidos que
asaltan a los mercaderes que comercian con el Oeste a través del Paso del Mordisco del Hacha.
Ambas zonas son más adecuadas para bandas errantes de facinerosos en vez de las tropas regulares,
por lo que es aconsejable no enviar el ejército. Los siniestros bosques del Imperio pueden engullir
ejércitos enteros, volviendo a saberse de ellos tan sólo en forma de esqueletos no muertos de los
antaño leales soldados. Evitad luchar en ellos, pues no hayaréis ningún amigo, y si numerosos
enemigos.
Acerca de Arroyos, Ríos y Lagos
Un caballero con armadura de batalla completa flota tan bien como cualquier piedra; así que, por lo
general, es bastante sabio evitar luchar en el agua. En la batalla invernal del Lago Tura, en el lejano
Norte, el astuto Kaudillo Orco Azhag el Carnicero utilizó sus lanzadores de rocas para romper la
superficie helada del lago y mandar a cientos de bravos jinetes kislevitas a una muerte segura. Es
una lección que debéis aprender muy bien.
En general, deberíais preocuparos más por los múltiples ríos que surcan el Imperio que por sus
lagos. Echad un vistazo a cualquier mapa y lo comprobaréis. Suelen ser profundos y anchos, lo que
los convierte en excelentes rutas de comercio y barreras que cualquier ejército tardará un tiempo
sustancial en cruzar. Esto puede actuar en vuestro favor, pero tened cuidado de no quedar atrapado
con vuestras fuerzas en la orilla equivocada. El río más famoso es el Reik, dada su gran longitud, el
hecho de que fluye a través de Altdorf y su posición como la más importante ruta de comercio del
Imperio. Desemboca en el mar en Marienburgo, la ciudad más cosmopolita del Viejo Mundo, a la
par que su puerto más importante. Marienburgo no forma parte del Imperio, aunque una vez lo fue,
así que tendréis pocas cosas que hacer allí.
Acerca de las Zonas Pantanosas, Pútridas y Fétidas
No quedan muchas grandes extensiones de pantanos en el Imperio, aunque los Pantanos Malditos y
las Tierras Yermas al Norte de Marienburgo son transitadas, a veces, por ejércitos Imperiales.
Como cabría esperar, estos lugares están llenos de la misma ralea de forajidos y mutantes que
habitan en lo peor de los bosques.
Si estáis lo suficientemente loco como para meter vueso ejército en un sitio así, vuesos cañones se
echarán a perder y vueso tren de suministros tendrá que ser abandonado. La caballería pesada de las
gloriosas órdenes de Caballería avanzará muy lentamente y se verá impotente ante el pegajoso
barro. Si debéis adentraros en un sitio así, usad todos los arqueros de las milicias que podáis
encontrar: estas tropas ligeramente equipadas pueden atravesar los lodazales más densos mucho
más fácilmente que vuestras tropas pesadas; y serán capaces de sacar al enemigo de su cobertura y
llevarle a un campo de batalla donde podréis destruirlo.
Acerca de las Aldeas de Honestos Granjeros
Por todo el Imperio hay gran cantidad de aldeas, villorios y granjas donde viven humildes aldeanos.
A menudo, se suelen ver implicados en las batallas, pues un grupo de cabañas desvencijadas puede
resultar un lugar ideal para guarecer una de vuestras líneas de batalla. Los aldeanos normalmente
huyen campo a través antes de que tenga lugar la primera andanada; pero el gran número de zanjas,
vallas y rebaños de animales que dejan ralentizará a cualquier enemigo que intente rodearos por los
flancos. Sin embargo, tened cuidado, ya que también os retendrá a vos cuando realicéis el deseado
contraataque.
Acerca de los Numerosos Pueblos y Ciudades
Hacia el Oeste y hacia el Sur, las ciudades son más ricas y más sólidamente construidas. A medida
que os dirijáis hacia el Este y hacia el Norte, la piedra dará paso a la madera hasta llegar a la vecina
tierra de Kislev, en el frío Norte, donde incluso construyen sus fortalezas con troncos. No
subestiméis esas defensas sólo porque sean extrañas a vuesos ojos. Los kislevitas han luchado
contra el Caos en todo su horrible esplendor desde hace muchas décadas, por lo que no están
desprovistos de una considerable habilidad para la batalla.
Las ciudades más importantes del Imperio son: Altdorf (nuestra capital), Nuln, Talabheim y
Middenheim. Como ya he mencionado, Altdorf está en el cauce del río Reik y nuestro glorioso
Emperador mantiene allí su corte. Es el centro de los estudios de la magia y de otras muchas
enseñanzas, incluyendo las artes de la guerra. La Escuela de Ingenieros Imperiales también está en
Altdorf; y estos habilidosos artesanos contribuyen con su sabiduría a crear nuevos métodos de
defensa para el Imperio.
Al Sur y al Este de Altdorf se encuentra Nuln, famosa por las forjas de la Escuela Imperial de
Artillería, que producen los mejores cañones del Imperio. Sus ejércitos lucen uniformes negros
como recordatorio del hecho de que suelen estar cubiertos de pólvora. La propia ciudad es el último
punto en que puede hacerse un puente sobre el Reik, del que se enorgullecen sus habitantes.
Siguiendo la corriente del río está Altdorf, ciudad construida sobre varias islas y por donde podéis
cruzar también el río; pero por medio de muchas interconexiones de pequeños puentes, no mediante
uno solo. Además, podéis usar las barcazas para cruzarlo, pero ya he hablado antes acerca de los
problemas que plantea luchar en el agua y tener a tu ejército en el lado opuesto del río.
Talabheim es conocida a veces como el Ojo del Bosque, ya que se encuentra en el centro del Gran
Bosque, al sur de las Montañas Centrales. Se alza en el corazón de un gigantesco cráter cuyo borde
forma un muro defensivo natural y se ha reforzado con los años hasta el punto de ser inexpugnable.
En el interior hay una gran zona con campos y pastos para alimentar a la población en el improbable
caso de un asedio. Muchos comerciantes se congregan aquí en su ruta entre Kislev, en el Norte, y el
resto del Imperio, hacia el Sur.
La última de las grandes ciudades es Middenheim, la Ciudad del Lobo Blanco. Aquí, la devoción a
Ulric eclipsa el culto a Sigmar; así que deben considerarse, en cierto modo, sospechosos. A pesar de
todo, los más nobles y bravos Caballeros del Lobo Blanco proceden de Middenheim, así que no
pueden ser acusados de nada excepto de ser leales súbditos del Imperio.
Hay muchos pueblos y ciudades pequeñas en el Imperio, demasiados para nombrarlos aquí. No
obstante, tienen muchas similitudes; y es eso lo que nos concierne ahora. Casi todos tienen muros
defensivos, aunque si necesitan reparaciones o están en perfecto estado de uso puede ser bastante
discutible. Si sois enviado a defender uno de estos pueblos, deberíais tratar de luchar en los campos
circundantes si tenéis esa posibilidad. Luchar dentro de la misma ciudad sólo destruiría lo que
intentáis proteger. Si no tenéis fuerzas suficientes para presentar batalla, escondeos tras los muros y
haced salidas sólo si necesitáis desorganizar al enemigo mientras ganáis tiempo para que vuestros
aliados envíen refuerzos.
Si os retiráis tras los muros, vuestro enemigo buscará una presa más fácil en otro lugar o asediará la
ciudad rodeándola de zanjas y bombardeándola con piedras y balas de cañón mediante sus
máquinas de guerra. Si el enemigo cruza los muros, la lucha se convertirá en un brutal combate
cuerpo a cuerpo. Por la antigua tradición de las armas, no hay cuartel para aquellos que resisten un
asedio, eso todo el mundo lo sabe. No hay muchas acciones que sean más sangrientas que esta: las
calles se convierten en ríos de sangre y cada plaza en una zona de mando llena de frenéticos
oficiales intentando desesperadamente reagrupar a sus dispersas tropas. Al final, lo que quede del
ejército defensor se retirará a la fortaleza e intentará resistir allí como un pequeño asedio dentro del
más grande. A pesar de todo, si el asedio ha llegado a este punto, es muy probable que el destino de
los defensores ya esté sellado.
Meditad bien estas palabras porque quizás las necesitéis antes de lo que creéis. Vivimos en tiempos
de guerra, así que todos debemos buscar protección en las armas. De todas formas, recordad
siempre que no importa lo impresionante que sea vuestra armadura, ni lo afilada que esté vuestra
espada, únicamente Sigmar es vuestro auténtico protector y guía.
"¡Hombres de Sigmar!Puedo ver en vuestros ojosque tenéis miedo al enemigo.Puedo ver en
vuestros ojos queos preguntáis cómo podemos combatira monstruos tan terribles.¡Hombres del
Imperio, yo tengo la respuesta!Los combatiremos con nuestro acero,los combatiremos con nuestro
valor; pero,por encima de todo, ¡los combatiremoscon nuestra Fe en Sigmar!".Magnus el Piadoso
en la Batalla de las Puertas de Kislev.
Estas son las más nobles y sabias palabras de nuestro amado Gran Maestro Breitenhoff, al que
Sigmar proteja, compiladas fervorosamente por el humilde escriba Melistius para resolver las dudas
de los hermanos Caballeros de nuestra Orden.
Habéis jurado por vuestra vida y vuestro honor defender el Imperio con toda la destreza y toda la
astucia que seáis capaz de reunir. Como guerrero de nuestra venerada Orden, no me cabe duda de
que seréis un buen rival para cualquier enemigo. Sin embargo, en alguna ocasión, tendréis el honor
de poneros al mando de un ejército. Incluso si esto no sucediese, vuestro estatus de noble Caballero
de nuestra Orden implica que seáis consultado en materia de guerra, por lo que debéis estar
preparado para defenderos con honor. Ponerse al frente de un ejército requiere habilidades muy
diferentes de las que requieren los hechos de armas individuales; y sobre vos descansa una
responsabilidad mucho mayor. Vuesos errores no os condenarán sólo a vos, sino también a cientos
de vuestros guerreros; al tiempo que pondréis en peligro la seguridad del Imperio. Por esta razón
escribo acerca de mis muchos años de experiencia en la batalla, para que aprendáis a sacar partido
de mis cicatrices y para que viváis y sirváis al Imperio por muchos años.
Acerca de nuestro Glorioso Imperio
No existe una nación tan justa y poderosa como nuestro más noble Imperio. Esto se debe, en parte,
a la rica variedad de sus tierras y sus gentes, unidas por su devoción a Sigmar. Sin embargo, esta
variedad es también causa de problemas cuando consideramos si estamos preparados para
defenderla. Un buen General debe saber cómo disponer sus tropas, ya sea en campos o pantanos;
cuándo luchar y cuándo debería replegarse para presentar batalla en un terreno que le sea más
favorable. Yo he combatido contra muchos enemigos muy diferentes entre sí, desde los
abominables Hombres Bestia hasta los terribles Orcos. He presentado batalla a los Caballeros de
Bretonia y he seguido luchando bajo una lluvia de flechas disparadas por sus seguidores. Los
traicioneros y malhadados lacayos del Caos han caído bajo el acero de mi espada, al igual que los
apestosos Skavens y las más espantosas hordas de muertos vivientes. Incluso los deslumbrantes
ejércitos de los Elfos han conocido mi cólera, así como los diabólicos esclavistas de esa oscura raza.
Y, ¿cómo vencí a esos guerreros? ¿Fue por mi divino coraje y mi valor en la batalla? ¿Fue por mi
invencible armadura o mi espada mágica? No, fue fruto del estudio y la reflexión. Fue conociendo
cuándo luchar y cuándo replegarme, cuándo a vanzar y cuándo retirarme. Si conocéis estas cosas,
vuesos ejércitos valdrán por dos y vuesos hombres os seguirán a donde quiera que vayáis, ya que
sabrán que cuando les pidáis arriesgar sus vidas la mitad de la batalla ya estará ganada.
Magníficas palabras, vive Sigmar; pero, ¿qué utilidad pueden tener?
Prestad atención, pues lo que sigue es de vital importancia.
Acerca del origen de Nuestra Tierra Cuando los dioses formaron nuestro Imperio, lo hicieron con la forma de un cuenco gigante con montañas elevadas en sus bordes. En su interior esparcieron los bosques más verdes y los llenaron con muchos ríos que bajaban desde las cumbres. En su momento, Sigmar llegó y domesticó estas tierras salvajes, talando árboles para construir pueblos y haciendo caminos que atravesaban los
campos y los pastos. Pero, a pesar de todo, en nuestros días, la tierra está todavía llena de bosques
espesos rodeados de riscos y picos.
Acerca de sus Pastos Abiertos y de sus Tierras de Cultivo
Alrededor de cualquier asentamiento hay campos y extensas tierras donde pace el ganado. Durante
la temporada de campañas, esta tierra es testigo del paso de innumerables botas de guerreros, de
ejércitos marchando y replegándose para ganar una ventaja momentánea sobre su oponente. La
mayoría de vuestras batallas se entablarán en campos extensos y páramos, por lo que deberéis
asumir como parte de vuestro entrenamiento que esas serán las zonas más comunes donde lucharéis.
No insistiré más sobre este punto.
Acerca de sus Cumbres y de sus Desoladas Montañas
Hacia el Oeste se encuentran las Montañas Grises y nuestra frontera con Bretonia. Hacia el Sur
están las Montañas Negras, que nos separan de las disputas con los Reinos Fronterizos. En el Este
se elevan los altos picos de las Montañas del Fin del Mundo. Todas estas formaciones rocosas
delimitan las fronteras del Imperio, por lo que frecuentemente tendréis que luchar en sus laderas y
en los escasos pasos que permiten el transcurso de un tortuoso camino desde sus cimas más altas.
Las montañas son lugares fríos y oscuros donde es fácil morir; y están habitadas por muchas y
desagradables criaturas que os ayudarían a ello. Afortunadamente, pocos de esos enemigos pueden
enviar un ejército a través de las montañas, a no ser que lo hagan a través de uno de sus escasos y
estrechos pasos, que son tan traicioneros para nuestros hombres como las propias montañas. Los
más importantes están protegidos por grandes fortalezas, como la de Helmgart, que defiende el Paso
del Mordisco del Hacha, el cual atraviesa las Montañas Grises en dirección a Bretonia.
En el Sur, aunque las Montañas Negras están perforadas por multitud de pequeños pasos, sólo hay
uno realmente fiable y que puede ser atravesado en cualquier época del año. El Paso del Fuego
Negro se encuentra en la confluencia de las Montañas Negras y las Montañas del Fin del Mundo; y
fue testigo de la famosa batalla de Sigmar contra los Orcos. La única ruta alternativa a través de las
Montañas del Fin del Mundo está al Norte y es conocida como el Paso de los Picos. Aparte de estos
dos pasos, la única forma de cruzar estas montañas es a través de los túneles subterráneos
excavados por los Enanos, que son extremadamente traicioneros. Muchos han sido ocupados por
Goblins, Orcos y otras temibles criaturas, así que incluso los mismos Enanos deben ser muy cautos.
Hablando de los Enanos, convirtieron las montañas en su hogar mucho antes de la época de Sigmar.
Cuando eligen aventurarse fuera de sus fortalezas para luchar, normalmente lo hacen a nuestro lado,
como hermanos en vez de como enemigos; aunque haréis bien en hablarles con suma diplomacia,
dado que se ofenden con facilidad y son famosos por no olvidar las afrentas.
Finalmente, están las malditas Montañas Centrales, infestadas de Hombres Bestia, pieles verdes y
otros peligros. La mayor parte de estas montañas está cubierta por un denso bosque, lo que las hace
incluso más inhóspitas para los ejércitos. Si se os otorga el honor de liderar una de las periódicas
expediciones para limpiar ese vil nido de maldad, os deseo suerte; ya que muchos lo han intentado,
pero la mayoría no han regresado. Las provincias de Ostland y Hochland bordean las Montañas
Centrales, y por ello son las más castigadas por los enemigos que hay en su interior. Si acompañáis
a la batalla a alguno de estos ejércitos, comprobaréis que son guerreros experimentados y
excelentemente entrenados que no aguantarán a ningún estúpido, al que dejarán atras si se descuida.
Además, los Enanos han abandonado este lugar o quizá nunca estuvieron en él, lo que implica que
no puedes contar con su ayuda.
Acerca de sus Oscuros y Traicioneros Bosques
La mayor parte del Imperio aún está cubierta de bosques, aunque las zonas cercanas a los
asentamientos han sido en su mayoría limpiadas para evitar peligros. Sobre el resto, sólo cabe hacer
dos aclaraciones importantes: la primera se refiere al Bosque de las Sombras, adyacente a las
Montañas Centrales y que cubre gran parte de la provincia de Ostland. Es un lugar mortal; una
muestra de lo cual son los trofeos que, a veces, llevan los regimientos de Ostland y que hacen
ostentación de los Hombres Bestia que han cazado allí. La segunda zona que conviene evitar es el
Bosque de Reikwald, que cruza la carretera principal entre Bretonia y el Imperio. Quizás, el hecho
de que se encuentre cerca de nuestra capital hace que esté plagado de bandidos y forajidos que
asaltan a los mercaderes que comercian con el Oeste a través del Paso del Mordisco del Hacha.
Ambas zonas son más adecuadas para bandas errantes de facinerosos en vez de las tropas regulares,
por lo que es aconsejable no enviar el ejército. Los siniestros bosques del Imperio pueden engullir
ejércitos enteros, volviendo a saberse de ellos tan sólo en forma de esqueletos no muertos de los
antaño leales soldados. Evitad luchar en ellos, pues no hayaréis ningún amigo, y si numerosos
enemigos.
Acerca de Arroyos, Ríos y Lagos
Un caballero con armadura de batalla completa flota tan bien como cualquier piedra; así que, por lo
general, es bastante sabio evitar luchar en el agua. En la batalla invernal del Lago Tura, en el lejano
Norte, el astuto Kaudillo Orco Azhag el Carnicero utilizó sus lanzadores de rocas para romper la
superficie helada del lago y mandar a cientos de bravos jinetes kislevitas a una muerte segura. Es
una lección que debéis aprender muy bien.
En general, deberíais preocuparos más por los múltiples ríos que surcan el Imperio que por sus
lagos. Echad un vistazo a cualquier mapa y lo comprobaréis. Suelen ser profundos y anchos, lo que
los convierte en excelentes rutas de comercio y barreras que cualquier ejército tardará un tiempo
sustancial en cruzar. Esto puede actuar en vuestro favor, pero tened cuidado de no quedar atrapado
con vuestras fuerzas en la orilla equivocada. El río más famoso es el Reik, dada su gran longitud, el
hecho de que fluye a través de Altdorf y su posición como la más importante ruta de comercio del
Imperio. Desemboca en el mar en Marienburgo, la ciudad más cosmopolita del Viejo Mundo, a la
par que su puerto más importante. Marienburgo no forma parte del Imperio, aunque una vez lo fue,
así que tendréis pocas cosas que hacer allí.
Acerca de las Zonas Pantanosas, Pútridas y Fétidas
No quedan muchas grandes extensiones de pantanos en el Imperio, aunque los Pantanos Malditos y
las Tierras Yermas al Norte de Marienburgo son transitadas, a veces, por ejércitos Imperiales.
Como cabría esperar, estos lugares están llenos de la misma ralea de forajidos y mutantes que
habitan en lo peor de los bosques.
Si estáis lo suficientemente loco como para meter vueso ejército en un sitio así, vuesos cañones se
echarán a perder y vueso tren de suministros tendrá que ser abandonado. La caballería pesada de las
gloriosas órdenes de Caballería avanzará muy lentamente y se verá impotente ante el pegajoso
barro. Si debéis adentraros en un sitio así, usad todos los arqueros de las milicias que podáis
encontrar: estas tropas ligeramente equipadas pueden atravesar los lodazales más densos mucho
más fácilmente que vuestras tropas pesadas; y serán capaces de sacar al enemigo de su cobertura y
llevarle a un campo de batalla donde podréis destruirlo.
Acerca de las Aldeas de Honestos Granjeros
Por todo el Imperio hay gran cantidad de aldeas, villorios y granjas donde viven humildes aldeanos.
A menudo, se suelen ver implicados en las batallas, pues un grupo de cabañas desvencijadas puede
resultar un lugar ideal para guarecer una de vuestras líneas de batalla. Los aldeanos normalmente
huyen campo a través antes de que tenga lugar la primera andanada; pero el gran número de zanjas,
vallas y rebaños de animales que dejan ralentizará a cualquier enemigo que intente rodearos por los
flancos. Sin embargo, tened cuidado, ya que también os retendrá a vos cuando realicéis el deseado
contraataque.
Acerca de los Numerosos Pueblos y Ciudades
Hacia el Oeste y hacia el Sur, las ciudades son más ricas y más sólidamente construidas. A medida
que os dirijáis hacia el Este y hacia el Norte, la piedra dará paso a la madera hasta llegar a la vecina
tierra de Kislev, en el frío Norte, donde incluso construyen sus fortalezas con troncos. No
subestiméis esas defensas sólo porque sean extrañas a vuesos ojos. Los kislevitas han luchado
contra el Caos en todo su horrible esplendor desde hace muchas décadas, por lo que no están
desprovistos de una considerable habilidad para la batalla.
Las ciudades más importantes del Imperio son: Altdorf (nuestra capital), Nuln, Talabheim y
Middenheim. Como ya he mencionado, Altdorf está en el cauce del río Reik y nuestro glorioso
Emperador mantiene allí su corte. Es el centro de los estudios de la magia y de otras muchas
enseñanzas, incluyendo las artes de la guerra. La Escuela de Ingenieros Imperiales también está en
Altdorf; y estos habilidosos artesanos contribuyen con su sabiduría a crear nuevos métodos de
defensa para el Imperio.
Al Sur y al Este de Altdorf se encuentra Nuln, famosa por las forjas de la Escuela Imperial de
Artillería, que producen los mejores cañones del Imperio. Sus ejércitos lucen uniformes negros
como recordatorio del hecho de que suelen estar cubiertos de pólvora. La propia ciudad es el último
punto en que puede hacerse un puente sobre el Reik, del que se enorgullecen sus habitantes.
Siguiendo la corriente del río está Altdorf, ciudad construida sobre varias islas y por donde podéis
cruzar también el río; pero por medio de muchas interconexiones de pequeños puentes, no mediante
uno solo. Además, podéis usar las barcazas para cruzarlo, pero ya he hablado antes acerca de los
problemas que plantea luchar en el agua y tener a tu ejército en el lado opuesto del río.
Talabheim es conocida a veces como el Ojo del Bosque, ya que se encuentra en el centro del Gran
Bosque, al sur de las Montañas Centrales. Se alza en el corazón de un gigantesco cráter cuyo borde
forma un muro defensivo natural y se ha reforzado con los años hasta el punto de ser inexpugnable.
En el interior hay una gran zona con campos y pastos para alimentar a la población en el improbable
caso de un asedio. Muchos comerciantes se congregan aquí en su ruta entre Kislev, en el Norte, y el
resto del Imperio, hacia el Sur.
La última de las grandes ciudades es Middenheim, la Ciudad del Lobo Blanco. Aquí, la devoción a
Ulric eclipsa el culto a Sigmar; así que deben considerarse, en cierto modo, sospechosos. A pesar de
todo, los más nobles y bravos Caballeros del Lobo Blanco proceden de Middenheim, así que no
pueden ser acusados de nada excepto de ser leales súbditos del Imperio.
Hay muchos pueblos y ciudades pequeñas en el Imperio, demasiados para nombrarlos aquí. No
obstante, tienen muchas similitudes; y es eso lo que nos concierne ahora. Casi todos tienen muros
defensivos, aunque si necesitan reparaciones o están en perfecto estado de uso puede ser bastante
discutible. Si sois enviado a defender uno de estos pueblos, deberíais tratar de luchar en los campos
circundantes si tenéis esa posibilidad. Luchar dentro de la misma ciudad sólo destruiría lo que
intentáis proteger. Si no tenéis fuerzas suficientes para presentar batalla, escondeos tras los muros y
haced salidas sólo si necesitáis desorganizar al enemigo mientras ganáis tiempo para que vuestros
aliados envíen refuerzos.
Si os retiráis tras los muros, vuestro enemigo buscará una presa más fácil en otro lugar o asediará la
ciudad rodeándola de zanjas y bombardeándola con piedras y balas de cañón mediante sus
máquinas de guerra. Si el enemigo cruza los muros, la lucha se convertirá en un brutal combate
cuerpo a cuerpo. Por la antigua tradición de las armas, no hay cuartel para aquellos que resisten un
asedio, eso todo el mundo lo sabe. No hay muchas acciones que sean más sangrientas que esta: las
calles se convierten en ríos de sangre y cada plaza en una zona de mando llena de frenéticos
oficiales intentando desesperadamente reagrupar a sus dispersas tropas. Al final, lo que quede del
ejército defensor se retirará a la fortaleza e intentará resistir allí como un pequeño asedio dentro del
más grande. A pesar de todo, si el asedio ha llegado a este punto, es muy probable que el destino de
los defensores ya esté sellado.
Meditad bien estas palabras porque quizás las necesitéis antes de lo que creéis. Vivimos en tiempos
de guerra, así que todos debemos buscar protección en las armas. De todas formas, recordad
siempre que no importa lo impresionante que sea vuestra armadura, ni lo afilada que esté vuestra
espada, únicamente Sigmar es vuestro auténtico protector y guía.
"¡Hombres de Sigmar!Puedo ver en vuestros ojosque tenéis miedo al enemigo.Puedo ver en
vuestros ojos queos preguntáis cómo podemos combatira monstruos tan terribles.¡Hombres del
Imperio, yo tengo la respuesta!Los combatiremos con nuestro acero,los combatiremos con nuestro
valor; pero,por encima de todo, ¡los combatiremoscon nuestra Fe en Sigmar!".Magnus el Piadoso
en la Batalla de las Puertas de Kislev.
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