Ogros Imperiales
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Ogros Imperiales
Un ogro adulto toro (varón) mide entre 3 y 3’30 metros de
alto, y casi la mitad de ancho en la barriga; las vacas (hembras)
son sólo ligeramente menores. Sus inmensos corpachones están
coronados por una cabeza casi sin cuello y dos poderosos brazos
(tan gruesos como el pecho de un humano) que cuelgan a ambos
lados. Huelga decir que los ogros son muy pesados, desde los
350 hasta los 450 kilos; los ogros más viejos y fuertes pueden
llegar a pesar mucho más. Sin embargo, sólo un tonto tomaría
tanto volumen como grasa, pues bajo la piel de un ogro hay
un vasto entramado de músculos, especialmente en el rasgo más
importante de los ogros (por lo menos para ellos): su tripa.
La tripa de un ogro es de la máxima importancia por razones
sociales, espirituales y físicas. A diferencia de la mayoría de los
humanoides, muchos de los órganos vitales del ogro se hallan
dentro de su panza, protegidos por una gruesa maraña de
músculos donde debería estar el tórax. Estos músculos increíblemente
poderosos pueden machacar y triturar con una fuerza
terrible, permitiendo al ogro digerir casi cualquier cosa que se
atreva a meter en sus cavernosas fauces. Una tripa enorme es un
símbolo de estatus para los ogros, pues para tenerla tan grande
ha debido atrapar y matar a muchas presas.
La piel de los ogros es normalmente cetrina, varía de un amarillo
enfermizo a un gris verdoso oscuro, y es tan dura como una
armadura de cuero hervido. El cabello de los ogros es grueso,
oscuro y lacio, aunque los toros suelen quedarse calvos a partir
de los treinta años. De igual modo, los toros también suelen
valorar mucho su grasiento vello facial y la mayoría se lo deja
crecer; algunos lucen largas barbas, mientras que otros prefi eren
bigotes o barbas de chivo. Mucha gente cree que el apego de los
ogros hacia sus barbas se debe a su deseo de atrapar los trozos de
comida que se les escapan y guardarlos para después (y, en más
de un caso, es una afi rmación correcta).
Los ogros son muy conocidos por su afán viajero, y pueden
hallarse por todos los rincones del mundo luchando en bandas
mercenarias de entre un puñado a varios centenares o más. En
contra de la opinión más generalizada sobre la raza, los ogros
suelen integrarse bien con la mayoría de las sociedades con las
que se relacionan, y asimilan las costumbres y tradiciones locales
con una facilidad debida posiblemente a su falta de imaginación
e individualismo.
TRASFONDO
Hace muchos miles de años, los ogros vivían en las lejanas
estepas del este del Viejo Mundo. Eran un pueblo sencillo que
pasaba la mayor parte del tiempo comerciando y guerreando. Su
vecina, la Catai Imperial, intuyó las ventajas de trabajar con ellos
y aprovechar su prodigiosa fuerza. Pronto los ogros fueron reclutados
por los ejércitos catayanos y reforzaron en gran medida
las fuerzas celestiales. Gracias a la infl uencia catayana los ogros
prosperaron, y pronto fueron lo sufi cientemente poderosos
como para atacar abiertamente a sus aliados catayanos. Esto no
agradó al Emperador Dragón Celestial, y hay quien cree que
el devastador acontecimiento que tuvo lugar después se llevó a
cabo bajo sus órdenes. Sea cual sea la verdad, cambió a la raza
ogra para siempre.
Sobre las más elevadas estepas ogras apareció una brillante
y maligna estrella. Todas las noches crecía la intensidad de su
enfermiza luz, hasta que fi nalmente, muchas semanas después,
su crepitante miasma de luz verdosa brilló más que ambas lunas.
Los ogros no podían hacer otra cosa que contemplar el cielo
asustados y maravillados; tan simples eran estas criaturas que
ignoraban por completo el desastre que se avecinaba. Al fi nal
el cometa de disformidad impactó sobre ellos, incinerando al
instante a más de dos terceras partes de la raza, incrustándose en
las profundidades de la tierra y enviando ondas de choque por
todo el mundo.
El cráter que dejó, del tamaño de un océano, sería adorado más
adelante como las Grandes Fauces, las que todo lo devoran,
la principal deidad de los ogros. La devastación que produjo
destruyó las verdes tierras de los ogros, quemándolas y retorciéndolas,
dejando tan sólo un páramo baldío en el que la lucha
por la supervivencia empujó a los ogros al canibalismo y a cosas
aún peores. En la actualidad, los Reinos Ogros del este son
un conglomerado bárbaro de reyes déspotas y avariciosos que
gobiernan con el derecho que les da su fuerza.
Tras la llegada de su dios, los ogros se sintieron inexplicablemente
asaltados por muchas y potentes ansias, una de las cuales
era un apetito insaciable por los viajes. Por eso ahora hay ogros
por todo el mundo, incluido el Imperio, alquilando sus impresionantes
habilidades al mejor postor para luego seguir adelante.
Algunos, sin embargo, han decidido asentarse en tierras extranjeras,
y los ogros imperiales son un ejemplo de ello.
SUGERENCIAS DE INTERPRETACIÓN
Los ogros son ruidosos, avariciosos, jactanciosos, entusiastas,
beligerantes y se enfadan con facilidad. También son muy
simplones e incapaces de comprender hasta el más elemental de
los conceptos abstractos. Por ello la música, el arte, la imaginación,
la creatividad y un buen número de otras materias ilustradas
no signifi can absolutamente nada para un ogro. Es mejor
decirles las cosas muy directamente, porque cualquier sutileza
o metáfora sólo conseguirá confundirlos, lo cual puede enfurecerlos
bastante. Sin embargo, los ogros saben apreciar un buen
bramido, sobre todo si implica un festín después (o durante).
Nada enorgullece más a un ogro que el tamaño de su panza,
la cual suelen palmear y fl exionar produciendo una mezcla casi
ensordecedora de borboteos y crujidos.
EL HAMBRE DE LAS GRANDES FAUCES
Los ogros no suelen adorar a ninguna de las deidades del Viejo
Mundo. En su lugar, veneran a un dios hambriento conocido
como las Grandes Fauces. Maldice a sus hijos con un apetito
voraz que los azuza continuamente, siempre en busca de una
forma de saciar su interminable hambre. Aunque esto los hace
inmensamente duros y fuertes, y casi nunca se alejan del camino
de su dios, también los vuelve optimistas, poco tendentes a hacer
íntimos amigos, y algo obcecados.
OGROS Y HALFLINGS
Nadie sabe por qué, pero los ogros y los halfl ings parecen
atraerse mutuamente. Tal vez sea el amor que comparten
por la buena comida, o puede que sea otra cosa, pero sea
cual sea el motivo, el caso es que ambas razas se llevan
muy bien. En la Asamblea hay una población considerable
de ogros, y la mayoría de los ancianos de las aldeas
tienen uno o dos guardaespaldas ogros. A cambio, los
Reinos Ogros tienen una gran población de halfl ings,
pero la mayoría son esclavos que cocinan buenas comidas,
¡o son las buenas comidas!
alto, y casi la mitad de ancho en la barriga; las vacas (hembras)
son sólo ligeramente menores. Sus inmensos corpachones están
coronados por una cabeza casi sin cuello y dos poderosos brazos
(tan gruesos como el pecho de un humano) que cuelgan a ambos
lados. Huelga decir que los ogros son muy pesados, desde los
350 hasta los 450 kilos; los ogros más viejos y fuertes pueden
llegar a pesar mucho más. Sin embargo, sólo un tonto tomaría
tanto volumen como grasa, pues bajo la piel de un ogro hay
un vasto entramado de músculos, especialmente en el rasgo más
importante de los ogros (por lo menos para ellos): su tripa.
La tripa de un ogro es de la máxima importancia por razones
sociales, espirituales y físicas. A diferencia de la mayoría de los
humanoides, muchos de los órganos vitales del ogro se hallan
dentro de su panza, protegidos por una gruesa maraña de
músculos donde debería estar el tórax. Estos músculos increíblemente
poderosos pueden machacar y triturar con una fuerza
terrible, permitiendo al ogro digerir casi cualquier cosa que se
atreva a meter en sus cavernosas fauces. Una tripa enorme es un
símbolo de estatus para los ogros, pues para tenerla tan grande
ha debido atrapar y matar a muchas presas.
La piel de los ogros es normalmente cetrina, varía de un amarillo
enfermizo a un gris verdoso oscuro, y es tan dura como una
armadura de cuero hervido. El cabello de los ogros es grueso,
oscuro y lacio, aunque los toros suelen quedarse calvos a partir
de los treinta años. De igual modo, los toros también suelen
valorar mucho su grasiento vello facial y la mayoría se lo deja
crecer; algunos lucen largas barbas, mientras que otros prefi eren
bigotes o barbas de chivo. Mucha gente cree que el apego de los
ogros hacia sus barbas se debe a su deseo de atrapar los trozos de
comida que se les escapan y guardarlos para después (y, en más
de un caso, es una afi rmación correcta).
Los ogros son muy conocidos por su afán viajero, y pueden
hallarse por todos los rincones del mundo luchando en bandas
mercenarias de entre un puñado a varios centenares o más. En
contra de la opinión más generalizada sobre la raza, los ogros
suelen integrarse bien con la mayoría de las sociedades con las
que se relacionan, y asimilan las costumbres y tradiciones locales
con una facilidad debida posiblemente a su falta de imaginación
e individualismo.
TRASFONDO
Hace muchos miles de años, los ogros vivían en las lejanas
estepas del este del Viejo Mundo. Eran un pueblo sencillo que
pasaba la mayor parte del tiempo comerciando y guerreando. Su
vecina, la Catai Imperial, intuyó las ventajas de trabajar con ellos
y aprovechar su prodigiosa fuerza. Pronto los ogros fueron reclutados
por los ejércitos catayanos y reforzaron en gran medida
las fuerzas celestiales. Gracias a la infl uencia catayana los ogros
prosperaron, y pronto fueron lo sufi cientemente poderosos
como para atacar abiertamente a sus aliados catayanos. Esto no
agradó al Emperador Dragón Celestial, y hay quien cree que
el devastador acontecimiento que tuvo lugar después se llevó a
cabo bajo sus órdenes. Sea cual sea la verdad, cambió a la raza
ogra para siempre.
Sobre las más elevadas estepas ogras apareció una brillante
y maligna estrella. Todas las noches crecía la intensidad de su
enfermiza luz, hasta que fi nalmente, muchas semanas después,
su crepitante miasma de luz verdosa brilló más que ambas lunas.
Los ogros no podían hacer otra cosa que contemplar el cielo
asustados y maravillados; tan simples eran estas criaturas que
ignoraban por completo el desastre que se avecinaba. Al fi nal
el cometa de disformidad impactó sobre ellos, incinerando al
instante a más de dos terceras partes de la raza, incrustándose en
las profundidades de la tierra y enviando ondas de choque por
todo el mundo.
El cráter que dejó, del tamaño de un océano, sería adorado más
adelante como las Grandes Fauces, las que todo lo devoran,
la principal deidad de los ogros. La devastación que produjo
destruyó las verdes tierras de los ogros, quemándolas y retorciéndolas,
dejando tan sólo un páramo baldío en el que la lucha
por la supervivencia empujó a los ogros al canibalismo y a cosas
aún peores. En la actualidad, los Reinos Ogros del este son
un conglomerado bárbaro de reyes déspotas y avariciosos que
gobiernan con el derecho que les da su fuerza.
Tras la llegada de su dios, los ogros se sintieron inexplicablemente
asaltados por muchas y potentes ansias, una de las cuales
era un apetito insaciable por los viajes. Por eso ahora hay ogros
por todo el mundo, incluido el Imperio, alquilando sus impresionantes
habilidades al mejor postor para luego seguir adelante.
Algunos, sin embargo, han decidido asentarse en tierras extranjeras,
y los ogros imperiales son un ejemplo de ello.
SUGERENCIAS DE INTERPRETACIÓN
Los ogros son ruidosos, avariciosos, jactanciosos, entusiastas,
beligerantes y se enfadan con facilidad. También son muy
simplones e incapaces de comprender hasta el más elemental de
los conceptos abstractos. Por ello la música, el arte, la imaginación,
la creatividad y un buen número de otras materias ilustradas
no signifi can absolutamente nada para un ogro. Es mejor
decirles las cosas muy directamente, porque cualquier sutileza
o metáfora sólo conseguirá confundirlos, lo cual puede enfurecerlos
bastante. Sin embargo, los ogros saben apreciar un buen
bramido, sobre todo si implica un festín después (o durante).
Nada enorgullece más a un ogro que el tamaño de su panza,
la cual suelen palmear y fl exionar produciendo una mezcla casi
ensordecedora de borboteos y crujidos.
EL HAMBRE DE LAS GRANDES FAUCES
Los ogros no suelen adorar a ninguna de las deidades del Viejo
Mundo. En su lugar, veneran a un dios hambriento conocido
como las Grandes Fauces. Maldice a sus hijos con un apetito
voraz que los azuza continuamente, siempre en busca de una
forma de saciar su interminable hambre. Aunque esto los hace
inmensamente duros y fuertes, y casi nunca se alejan del camino
de su dios, también los vuelve optimistas, poco tendentes a hacer
íntimos amigos, y algo obcecados.
OGROS Y HALFLINGS
Nadie sabe por qué, pero los ogros y los halfl ings parecen
atraerse mutuamente. Tal vez sea el amor que comparten
por la buena comida, o puede que sea otra cosa, pero sea
cual sea el motivo, el caso es que ambas razas se llevan
muy bien. En la Asamblea hay una población considerable
de ogros, y la mayoría de los ancianos de las aldeas
tienen uno o dos guardaespaldas ogros. A cambio, los
Reinos Ogros tienen una gran población de halfl ings,
pero la mayoría son esclavos que cocinan buenas comidas,
¡o son las buenas comidas!
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